A 152 millones de kilómetros y cocinándonos

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Nahiely Flores Fajardo

Instituto de Matemáticas, UNAM
Noche de las Estrellas

Cada año, en los primeros días de julio, la Tierra pasa por su punto más lejano al Sol. A este punto se le conoce como afelio o aphelio, del griego ap que significa “lejos de” y helio que significa “Sol”. Así como existe un punto más lejano al Sol en la órbita o camino de la Tierra alrededor de la estrella, también existe un punto más cercano. A este punto se le conoce como perihelio y lo alcanzamos en los primeros días de enero.

El primero en proponer que la Tierra daba vueltas en torno al Sol, fue Aristarco de Samos alrededor del año 300 a.C. El modelo que Aristarco proponía no tuvo mucho éxito y no perduró en el tiempo, sino aquel que ponía a la Tierra como el centro del sistema solar. Fue hasta que Nicolas Copérnico propuso que el Sol era el centro (año 1543) que se empezó a pensar seriamente en dicha posibilidad. Más adelante, cuando Johannes Kepler (contemporáneo de Galileo Galilei cuyas observaciones apoyaron el modelo de Copérnico) publicó las leyes en las que mostraba que las órbitas de los planetas en torno al Sol eran elípticas y que el Sol no se encontraba en el centro sino en uno de sus focos, fue cuando en verdad se sentaron las bases para la comprensión de los movimientos planetarios. Cincuenta años más tarde, Isaac Newton daría la explicación física a estás órbitas.

Es la Tercera Ley de Keppler, la que relaciona la distancia media de un planeta al Sol (el promedio entre la distancia mínima y la distancia máxima) con el tiempo que el planeta tarda en dar una vuelta completa alrededor de su órbita. Entonces, para el siglo XVII y sabiendo que la Tierra tarda 365.25 días en dar una vuelta al Sol, ya se tuvo un cálculo de una cifra precisa para la distancia media entre estos dos astros. Por otra parte, la evolución de los telescopios en ese mismo siglo, permitió hacer observacionales y mediciones cada vez más precisas, entre otras cosas, del paralaje[1] de los diferentes astros y, sobre todo, en diferentes momentos del año. Esto permitió tener tanto cálculos como mediciones de las diferentes componentes de la órbita terrestre tan precisas que para finales de los 1600 el error era de tan sólo 7% a lo que tenemos el día de hoy, y para finales de los 1700 de tan sólo el 2.5%.

[1] Método griego para la medición de distancias basado en el hecho de que, cuando observamos un objeto relativamente cercano desde dos ángulos diferentes, éste parece moverse respecto a los objetos que se encuentran en el fondo o más lejanos.

Para este 2024, se predice que el afelio lo pasaremos el 4 de julio a una distancia de 152,096,610.34 km del Sol. ¡Estaremos en el punto más lejano de nuestra estrella y con el calor que ha estado haciendo!, cómo es esto posible. En realidad, la órbita de la Tierra, si bien es una elipse, se parece mucho a un círculo. La diferencia en distancias entre el afelio y el perihelio, es menor al 3%. Esto, en diferencia de cantidad de luz que recibe el planeta es mínima y no tiene efectos notables sobre la superficie del planeta. Las estaciones del año, es decir, la época de frío o de calor, se deben a la inclinación del eje de rotación de nuestro planeta. De hecho, la época de mayor calor en el hemisferio norte, es la época de menor temperatura en el hemisferio sur. Si las estaciones del año fueran debido a la distancia al Sol, haría frío o calor en todo el planeta en la misma época y no es así.

Afelio y Perihelio
Ilustración de la órbita elíptica de la Tierra donde se muestran las posiciones del afelio y perihelio, así como la inclinación del eje de rotación de la Tierra. Fuente: Modificación de la ilustración de Germán Martínez Gordillo, recuperada de El Sol de México, junio 2024

En donde sí hay un efecto de estar entre el afelio o el perihelio, es en la velocidad en la que la Tierra se mueve alrededor del Sol. Cuando estamos en el perihelio, el punto más cercano, la velocidad de la Tierra tiene que ser ligeramente mayor (~30 km/s). Esto se debe a que, al estar más cerca del Sol la Tierra siente una mayor fuerza de atracción hacia la estrella, entonces, para mantener el equilibrio y no caer hacia el Sol, la Tierra aumenta su velocidad. Así, incrementa la fuerza centrífuga que la jala hacia afuera del Sol (como cuando ponemos a secar la ropa en la lavadora y al girar rápidamente se pega a las paredes de la tina). En el afelio, al estar más lejos del Sol, se siente menor la fuerza de atracción del Sol y, por lo tanto, la Tierra se mantendrá en equilibro reduciendo su velocidad de desplazamiento alrededor del Sol.

Este cambio en la velocidad del planeta tampoco tiene efectos notorios en la superficie del planeta y, en realidad, para nosotros pasa desapercibido. Lo que es importante tener en cuenta, es que, si bien hay un momento en el que estamos más lejos del Sol y otro en el que estamos más cerca, esto no tiene nada que ver con las estaciones del año ni con que haga más frío o más calor. En el hemisferio norte, pasamos el solsticio de verano en el mes de junio y tan sólo 2 o 3 semanas después, llegamos al punto más alejado del Sol.

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